miércoles, 9 de enero de 2013

LAS PRIMERAS REBELDÍAS DE LOS NIÑOS




Cómo sobrellevar y entender 



Muchos expertos definen los dos años de edad como una primera adolescencia, porque es cuando el pequeño deja de ser bebé para convertirse en un niño. Él se debate entre la independencia y la dependencia, surgen las pataletas y los padres no saben qué hacer.
La palabra “yo” se vuelve fundamental: yo hago, yo puedo, yo quiero, solo yo. Esto sucede porque en este momento los niños empiezan a descubrir que son personas independientes de sus papás, que pueden tener autonomía y capacidad de decisión. Es un momento en el que su cuerpo, su lenguaje y su mente les dicen que han crecido y que llegó una nueva etapa.
Por lo general, es la edad en que se produce el control de esfínteres, y eso hace que ellos descubran que pueden ir solos al baño, lo que los hace sentir grandes; ya no dependen de sus padres.
Como explica la educadora Patricia Bermúdez, “casi siempre logran el control de esfínteres en este momento, y eso marca un proceso de madurez. Además, corporalmente se vuelven más ágiles al no tener el estorbo del pañal”.
En el libro La edad de la rebeldía, la sicóloga clínica y sicoterapeuta alemana Doris Heueck-Mauss explica que a esta edad los niños son más seguros en sus movimientos, se da una maduración motora y emocional.
Agrega que es el momento en el que el niño se puede reconocer en una foto y comienza a tener conciencia de su cuerpo.
De alguna forma, ese bebé que se sentía uno solo con sus padres descubre que él es una persona diferente de ellos.
Ante todos estos cambios, el niño siente ganas de experimentar y de explorar el mundo; sin embargo, todavía no está listo
para todas las aventuras, y allí surgen los problemas.

Aparecen las
pataletas
A los dos años suelen aparecer las rabietas de los niños: gritan, salen corriendo, no quieren hacer caso, dan patadas, cierran puertas y responden. Estos comportamientos aparecen en muchos momentos, y casi siempre por su propia confusión entre ser bebé o niño. Los pequeños ya se sienten mayores, pero a veces no logran expresar totalmente sus deseos y pueden surgir malos entendidos con los padres.
También se presentan porque, quieren probar que pueden hacer las cosas; entonces miden al adulto, quieren saber hasta dónde pueden llegar. “En este momento empieza a verse claramente qué es un sí y qué es un no, interiorizan las normas y rutinas permanentes”, explica .
Por eso , es clave que los padres fijen límites claros y los mantengan. El niño necesita sentir que lo contienen. A manera de metáfora, es como si el niño se viera solo frente al mar, sin fin, o se encontrara solo frente  a un lago al que él le ve contorno. El lago le dará más seguridad que el mar, porque puede ver que tiene un principio y un final. Este es el valor de los límites para los niños a esta edad.
Sin embargo, todos los cambios a los dos años se dan sin que los niños tengan la capacidad suficiente para manejar sus emociones. Como explica Heueck-Mauss en su libro, el niño empieza a tener conciencia de sí mismo y de su poder, pero al mismo tiempo se siente insatisfecho porque muchas cosas no le salen bien. “Sus necesidades se diferencian de las de los adultos, y estos conflictos le causan irritación y rabia, sin que él pueda evitarlo. Únicamente en el tercer y cuarto años el niño podrá aprender a manejar solo sus emociones”.
Ejemplos de esto son muchos: el niño quiere vestirse solo, y la mamá ha dejado que lo haga en otras ocasiones con un poco de ayuda de ella, pero ese día tiene prisa y no puede dejar que él lo haga; entonces discuten, el niño no entiende por qué hoy no y otros días sí, no tiene noción del tiempo todavía y no sabe qué significa tener prisa
Así, le da la rabieta, se pone a llorar, ahora no quiere vestirse, la situación se complica y la mamá lo regaña. Al final los dos quedan cansados y lo más probable es que lleguen tarde. Por fortuna, estos ataques pasarán cuando el niño cumpla tres años si los padres logran fijar sus límites y manejar las pataletas del niño de manera adecuada
Es importante permitirles a estos pequeños sentirse grandes. Como explica Bermúdez, ellos se pueden desvestir solos, pueden intentar ponerse la ropa; entonces, es bueno dejar que lo hagan. Seguramente a ellos estas tareas les tomarán más tiempo, así que los adultos pueden destinar más tiempo. Si el niño quiere vestirse solo, entonces debe levantarse un poco más temprano. Si él quiere comer solo, hay que darle más tiempo para el desayuno o el almuerzo. Si quiere su propia cuchara, darle una a él y dejar otra para el adulto; entre los dos podrán lograrlo. Seguramente no le va a gustar que le digan bebé y querrá “dárselas” de grande.
Otro motivo de rabieta de los niños en esta edad, explica Heueck-Mauss, es cuando les cambian las normas establecidas. A veces él quiere tener su peluche en el lugar de siempre o usar la misma taza para su desayuno. Los padres pueden pensar que cosas como estas son tonterías, pero la verdad es que para el pequeño son importantes, porque estos rituales y estos esquemas de orden lo hacen sentir seguro en medio de tantos cambios.
Es un poco lo mismo que le sucede al adolescente: quiere salir a conocer el mundo, ya se siente adulto; pero la verdad es que todavía no está del todo listo. Es necesario que madure emocionalmente, y la guía de los padres es fundamental para él saber qué hacer. Puede que se rebele contra ellos para definirse a sí mismo, pero en el fondo de su ser los necesita profundamente.
Por fortuna en los niños esto pasa rápido, y a los 3 años ya manejan mejor sus emociones, ya han aprendido a hacer cosas por sí mismos, al igual que el manejo de su cuerpo y de sus destrezas ha progresado considerablemente.

¿Qué hacer con las rabietas?
En el libro La edad de la rebeldía, la sicoterapeuta alemana Doris Heueck-Mauss recomienda:

• Entender que el niño todavía no maneja sus emociones.
• No castigar los ataques de rabia.
• Entender que la rebeldía no es algo contra el padre o la madre; es solo un revuelto de emociones. Por eso, el adulto debe tranquilizar y acompañar.
• El adulto debe hablar de sus propias emociones, decir por ejemplo: "¡Tengo mucha rabia por la demora!" Es mejor que gritarle al niño: "¡Apúrate que por tu culpa nos vamos a demorar!"
• Si va a cambiar de actividad, avísele con tiempo. Por ejemplo, si el niño está jugando y ya van a comer, dígale cinco minutos antes que se prepare para terminar el juego porque ya pronto van a cenar. Recuerde
que él todavía no tiene noción del tiempo.

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