El hecho de que unos niños sean zurdos y otros diestros se
debe a una configuración cerebral diferente en unos y otros. El cerebro
está dividido en dos hemisferios.
El hemisferio derecho, que controla los movimientos del lado izquierdo de nuestro cuerpo (ojo, mano y pierna), y el hemisferio izquierdo, que rige los del lado derecho.
En los niños diestros, el hemisferio izquierdo es el dominante, mientras que en los zurdos es el hemisferio derecho el que prima. El dominio de una parte del cuerpo sobre la otra es lo que se conoce como lateralidad, y define que unas personas sean zurdas y otras diestras.
Aunque actualmente la zurdera
ya no se considera una anomalía que debe corregirse en la infancia,
todavía hay padres que se sienten preocupados si su hijo muestra una
mayor tendencia a utilizar la mano o la pierna izquierda.
Lo
importante es no intentar obligar a un niño zurdo a convertirse en
diestro, ya que ello le obligaría a hacer las cosas con su lado débil,
provocándole problemas en su desarrollo y la sensación de que su zurdera
es una deficiencia.
No existen razones científicas que
demuestren que ser zurdo sea un problema en sí mismo. No obstante, la
vida es más complicada para un zurdo, ya que nuestra sociedad está
pensada mayoritariamente para los diestros.
La mayoría de los
utensilios que utilizamos en nuestra vida cotidiana están pensados para
ser utilizados con la mano derecha: desde los pupitres del colegio,
hasta el ratón del ordenador, pasando por las tijeras, las calculadoras o
las marchas de un automóvil.
Sin embargo, parece que esta
situación está cambiando, y hoy en día existen tiendas especializadas
que comercializan productos exclusivos para zurdos
(tijeras, relojes, cámaras y demás objetos, pensados para ser usados con
la mano izquierda). Con estos objetos, se pretende hacerle la vida más
fácil a los zurdos, en un mundo pensado para diestros.
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