jueves, 28 de mayo de 2015

PADRES ADICTOS AL CELULAR

Es este vínculo afectivo el que brindará a los niños los recursos necesarios para superar retos y obstáculos en un futuro (cercano y muy lejano).


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La crianza de los hijos es una de las profesiones más extenuantes que, una vez que empieza, no puede detenerse jamás. Este trabajo va más allá del cuidado físico que requiere cualquier vida de un ser humano, sino también del vínculo afectivo que se genera a lo largo de los años del desarrollo familiar e individual.
Es este vínculo afectivo el que brindará a los niños los recursos necesarios para superar retos y obstáculos en un futuro (cercano y muy lejano). Se trata de una conexión entre padres e hijos que fomentará sensaciones de seguridad y confianza tanto en sí mismo como en el medio ambiente. Este amor natural y humano manda mensajes a un receptor, nuestros hijos, acerca de lo valioso que es tanto para los padres como para el mundo entero; acerca de la convicción en la declaración de ser merecedor y proveedor de un circuito de afecto.
No obstante, en los últimos años, la influencia de la tecnología ha provocado estragos graves en el desarrollo psicoemocional (e inclusive psiconeuronal) de las nuevas generaciones. Esto se debe a la falta de interacción entre padres e hijos, donde los primeros tienden a vincularse primordialmente con sus dispositivos móviles.
Para escribir un correo del trabajo, mandar un mensaje importantísimo, usar aplicaciones o redes sociales; son sólo algunas de las disculpas que cualquier persona pronuncia con un teléfono inteligente. Este fenómeno llamado como phubbing manda un doble mensaje esquizoide, cuyo metamensaje recita: “aunque te diga que eres lo más importante en mi vida, tu conversación ni presencia son prioridad para mí”. Como consecuencia existe la desvirtualización del afecto en las relaciones interpersonales, imposibilitando la satisfacción de las necesidades básicas y de los derechos humanos de cualquier individuo.
Para evitar esta situación al menos con los hijos, se recomienda prestar atención a los tiempos de transición: el camino a la escuela o al hogar, la hora de ir a la cama o de sentarse en la mesa a comer. Esos pequeños momentos brindan contacto físico, sensorial, emocional, interrelacional. Por ejemplo: Planea el tiempo en que tus hijos se levantan hasta que salgan del coche (o transporte público) libre de la influencia del teléfono móvil; explícales su almuerzo, cuéntales un cuento, canten diferentes tipos de canciones a lo largo del trayecto. Y en el momento en que entres a casa, deja afuera el trabajo o los deberes. Acércate a tus hijos para decirles buenas noches (sin el teléfono móvil como compañero eterno). Es el tiempo para generar un vínculo de bienestar, seguridad y amor con los seres que cuidas.

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